III PREGÓN PASCUAL – SALESIANOS LINARES 2018

2 abril 2018

“Pasado el sábado, al amanecer del primer día de la semana, María Magdalena y la otra María fueron a visitar el sepulcro. De pronto, se produjo un gran temblor de tierra: el Ángel del Señor bajó del cielo, hizo rodar la piedra del sepulcro y se sentó sobre ella. Su aspecto era como el de un relámpago y sus vestiduras eran blancas como la nieve. Al verlo, los guardias temblaron de espanto y quedaron como muertos. El Ángel dijo a las mujeres: «No teman, yo sé que ustedes buscan a Jesús, el Crucificado. No está aquí, porque ha resucitado como lo había dicho”.
La tumba está vacía, la luz ha vencido a la muerte, hoy en el cielo, por fin, los ángeles claman exultantes la gloria esperada. Pasaron las horas y el templo se ha reconstruido. Nuestros pecados han sido borrados y somos justificados delante de Dios. Hemos pasado a ser hijos perdonados por Dios con una herencia eterna que nadie puede quitar. ¡No hay una noticia mejor!
Hoy, cada rincón del mundo, cada ciudad, cada pueblo, se alegra por la llegada de Cristo resucitado, principio y fuente de una vida nueva para todos los hombres. Y Linares lo recibe con los brazos abiertos y una mirada de esperanza, pues su Resurrección es nuestro aliento, y su presencia entre nosotros, nuestra fuerza para seguir en pie, para no caer, para seguir adelante con la felicidad de sentirnos queridos.
Atrás quedó la negrura de la noche, el desasosiego y el temor, la incertidumbre, el llanto desgarrado, … y la madera de una cruz, serena, fría y vacía. Parecía que ya todo había terminado, pero finalmente, se hace presente entre nosotros. Con su Resurrección, nos  recuerda que ningún mal es infinito, ninguna noche es sin fin, ningún hombre está definitivamente equivocado, ningún odio es invencible por el amor.
Señor, que a tu paso palpiten nuestros corazones y se abran a tu mensaje de paz y de bondad. Que al igual que los cirios de los nazarenos han iluminado tu discurrir por nuestras calles, ilumines tú nuestras vidas en los momentos más oscuros. Que con el esfuerzo de tus costaleros en cada chicotá, racheo o levantá, plasmemos el esfuerzo de cada familia por salir adelante día a día. Que así como el capataz ha alentado con sus palabras debajo del paso, nos sintamos alentados cuando llegue la flaqueza y nos fallen las fuerzas.
Haz que, tras el gozo de la Resurrección, los cristianos de este mundo intenten crear espacios de salvación y sean capaces de  proclamar la fe a través de sus actos de solidaridad, paz y amor, siendo, al igual que tú, guía y luz del prójimo, y esperanza y fortaleza para el necesitado.
Para nosotros, los cristianos, hoy es un día alegre, y la alegría es el “undécimo mandamiento de las casas salesianas”. Don Bosco no se cansó nunca de repetir a sus jóvenes “Estad siempre alegres“, “Servid al Señor estando alegres”. Así, pues, celebremos la Pascua con esa alegría de sentirnos queridos.
¡Jesús está vivo!, ¡está vivo en medio de nosotros!; éste es precisamente hoy el grito de victoria que nos une a todos. ¿Quién podrá jamás separarnos de Él? ¿Quién podrá privarnos de su amor que ha vencido al odio y ha derrotado la muerte?
Que este anuncio de la Pascua se propague por todo el mundo. ¡Jesús resucitado nos ha bendecido!. ¡Él es nuestro guía!, ¡Él es nuestra verdadera esperanza!.

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